Thoughtful on the Divan – Tatieva
Retome terapia un día de estos de enero, como siempre la inseguridad fue la que me llevo a tal instancia. La inseguridad y la incomunicación en la que me encontraba sumergida.
No tengo idea de cómo es la relación de otros pacientes con otros terapeutas. Como cualquier relación humana supongo. Lo que siempre me resguardó de tener cualquier otro tipo de relación con mi terapeuta es que no sé nada de su vida, sus profesiones extra y por suerte no hay nada de eso que he leído en algunos libros en donde entre paciente y psicólogo empiezan a hablar de los sentimientos de uno hacia otro. Seré fóbica al compromiso?
Mi primera terapia fue con una mujer. Error. Esta mujer tenía más problemas que yo como para poder ayudarme, si colaboró profusamente a que saliera de las cuatro sesiones que tuve con dos culpas: una el precio elevado de la consulta, dos que yo tenía la culpa de todo. Y es cierto, por qué negarlo, pero hombre que hay maneras y maneras de contarlo.
Siempre miraba a alguna estrella –de las que salen en tele no las que brillan en el cielo- de por aquí nomas que en algún reportaje se ufanaba de haber hecho terapia desde chico, que desde los doce años, que Lacan, que corta, que larga, que constelaciones (soy inocente con esta ultima).
Y uno dice, guau, están de gusto, tienen la autoestima muy baja o muy elevada, son muy sensibles, bla, bla.
Second Thoughs – Erica Hopper
La cosa es que yo me iba a tomar vacaciones porque mi mente y mi inconsciente estaban en una lucha terrible, los sueños se entremezclaban y yo ya llevaba diez años de acostarme en el diván, hablarle al techo y escuchar la voz de mi psicólogo.
Pensé que unas vacaciones y no analizar tanto me iba a ahorrar algunos problemas. No, miento, pensé que mi historia ya había llegado al punto de y fueron felices y comieron perdices. Solo tenía que dejarme cuidar y querer y colaborar del otro lado con toda la cosa.
La cuestión es que primero llame por teléfono como quien quiere una entrevista aislada. Redacté mis acontecimientos al aire mientras que escuchaba que mi vida iba viento en popa. Qué suerte la mía, me dije.
Al retirarme pensé en decir un adiós hasta otro momento, pero me encontré con la sorpresa de que ese adiós fue en realidad hasta la semana siguiente a la misma hora y por el mismo canal.
En una obra de teatro de Rolón, psicólogo argentino y bastante mediático, me reí mucho con la introducción del show por llamarlo de alguna manera. Su partener hacia chistes sobre esta cuestión de para qué hacer terapia, los psicólogos te hacen pelear con todos, cuestionar a tus padres, cuestionar a tu pareja, tú trabajo y de pronto sientes que sos un infeliz considerable cuando te la estabas bancando bastante bien.
El tema es para charlar horas y meses. Hoy, enero todavía, pienso que mi vida ha cambiado en un cien por ciento gracias a que los síntomas que tuve hace diez años me llevaron a un centro de salud mental (que feíto que suena esto) y pedirle a la secretaria por un turno con uno de estos componedores de ideas.
Con quien me pregunto la rubia preparada atrás del mostrador? No sé, no conozco a nadie, vos elegí uno y yo veo.
Es así como con treinta años me encontré sentada frente a un señor dos años menor (era un nene por favor!!!!) Y al que le decía que mi vida estaba hermosa, estaba ahí nada más que porque me pasaba los fines de semana llorando, aparentemente sin motivo alguno.
Perdón que me desvié del tema, pero otra opción saludable hubiera sido ir a una iglesia, pedir perdón a Dios por ser tan desagradecida y seguir sumisa ante los acontecimientos de la vida. No se desilusionen, lo hice a los diecinueve años.
Por mi trabajo he visto manifestaciones físicas muy importantes con orígenes claramente psicológicos. La respuesta ante una sugerencia mía sobre una terapia es la misma: para que revolver todo, mi pasado fue una porquería, se me van a quemar las tripas.
Y si. Es cierto. También es cierto que los resultados dependen absolutamente de uno, aunque hay muchas veces que algunas cosas se nos escapan. Se nos escapa que no podemos manejar al prójimo ni obligar a nadie a que nos acepte. Tal vez la cuestión de todo sea eso, aceptarnos y vivir lo mejor posible, equivocarse mucho y no perder el objetivo.
A propósito, saben lo que me dijo el primer jueves de enero que fue después de cuatro semanas de vacaciones? Es un placer que estés aquí de nuevo.
No me pinchen el globo porfi, ya se lo de la ayuda económica……